El puertoriqueño Pedro Julio Serrano fue diagnosticado de VIH, el virus que causa el sida, hace 22 años, y desde entonces se ha dedicado al activismo por los derechos de las lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros y de las personas que viven con su misma enfermedad.
Esa sentencia de muerte, ese momento cuando la muerte te mira a los ojos y te dice: ‘te estoy buscando’, me hizo entender que la vida es solo una y que hay que vivirla a plenitud.
Me enteré que tenía el virus del VIH el 24 de marzo de 1994 y me infecté en 1993. Así que tengo 22, 23 años con la condición. Me contagié en mi primera relación sexual, tenía apenas 18 años. He vivido toda, toda, mi vida adulta con VIH.
Cuando me dijeron… recuerdo vívidamente el lugar. Me senté y le vi la cara a la persona y supe que no era bueno lo que me iba a decir. Me dijo el resultado y lloré desconsoladamente. Ahora mismo se me quiebra un poco la voz, se me aguan los ojos cuando lo recuerdo. Fue muy fuerte.
Una de las primeras preguntas que hice fue ‘qué tengo que hacer’, porque esto lo voy a combatir. Luego se lo conté a mi familia. El llanto de mi madre fue un llanto que yo nunca había escuchado, un llanto desgarrador.
Yo cuestionaba por qué a mí, pero después asumí bastante rápido mi responsabilidad. Sabía que no me protegí y lo debí haber hecho. No fue por falta de educación, porque yo sabía de los métodos anticonceptivos, de los métodos de protección, pero no los usé, me confié. A veces uno cuando joven se cree inmortal, infalible, que nada le puede pasar.
Al principio fue difícil, obviamente. Dejé mis estudios universitarios. No me podía concentrar. En mi mente lo único que yo veía cuando pensaba en VIH era la película Philadelphia, que se estrenó más o menos cuando me enteré de mi condición: pacientes consumiéndose, volviéndose esqueletos. Esas imágenes me rondaban en la cabeza todo el tiempo, las 24 horas. Tenemos que acordarnos que todavía en ese entonces, un diagnóstico de VIH era una sentencia de muerte.
Como dos años después de mi diagnóstico intenté suicidarme, pero
afortunadamente estoy aquí. Era difícil lidiar con el VIH en ese entonces, con el estigma y con el prejuicio.
Poco a poco fui fortaleciéndome y entendiendo que la vida continúa, que tenía apoyo, que tenía amor, que era privilegiado porque me enteré bastante rápido. El VIH es un intruso diminuto que no es más fuerte que yo, que tengo alma, corazón y espíritu para combatirlo.
Si no fuese por el apoyo de mi primera pareja, que afortunadamente decidió quedarse conmigo y de la que me separé por otras razones, y de mi familia que me apoyó y me dio amor incondicionalmente, todo hubiera sido muchísimo más difícil.
Esas células microscópicas
En la actualidad tengo un nivel indetectable del virus, no sale en la sangre en los exámenes de laboratorio que me hago cada tres meses y mis células CD4, que son las células que protegen el sistema inmunológico, están en un buen conteo.
Creo que el único recordatorio diario que tengo de vivir con VIH es que me tengo que tomar las pastillas. Tomo Stribild, que tiene tres medicamentos en uno y que no me causa efectos secundarios.
Hace mucho tiempo, cuando fui diagnosticado, tenía que tomar prácticamente 20 pastillas al día. Los efectos secundarios eran bien fuertes. Me mareaba y me caía porque todo me daba vueltas. Tenía alucinaciones, veía animales feroces que me atacaban y cosas así. Esas medicinas daban una atrofia de los músculos que te hacían perder elasticidad y acumulabas mucha grasa en áreas como la barriga y la espalda. Pero esa era la primera generación, ya los medicamentos no tienen esos efectos secundarios y hay que tomar muchísimos menos.
Afortunadamente, por tener accesos a tu servicio de salud, a un plan médico y a buenos doctores, no tengo mayores complicaciones. Vivo mi vida tranquilo, pero sé que esa no es la realidad de todo el mundo. Hay gente que tiene el sistema inmunológico más comprometido que el mío.
El activismo
Si no hubiese sido por el VIH no sería el activista que soy. El año que viene cumplo 20 años trabajando en organizaciones y gobiernos, haciendo el bien a los demás y luchando por las personas que no tienen voz, tratando de ser esa voz.
Luchar no solo por las personas con VIH, sino por las lesbianas, gays, bisexuales y personas transexuales (LGBT), ese ha sido el motor de mi vida. Mi vida es lucha y mi lucha es mi vida. Si no fuera por eso, no creo que estaría todavía aquí. Seguramente me hubiese ido ya.
Fui el primer candidato abiertamente gay y VIH positivo en la historia política de Puerto Rico, aspiré a la cámara de representantes. En este momento trabajo como asesor en la alcaldía de San Juan en Puerto Rico en temas de VIH y de igualdad de derechos para la comunidad LGBT y otras causas de los derechos humanos. También soy fundador de la organización Puerto Rico Para Tod@s.
Si estás en riesgo de contagiarte te pido que te protejas. Una de las herramientas es la pastilla PREP, que se toma diariamente y puede ayudar a minimizar las infecciones. De hecho, se ha encontrado que es muy afectiva para reducir las posibilidades de transmitir el VIH.
A las madres y padres les pido que amen a sus hijos con VIH incondicionalmente, que hay demasiados estigmas y prejuicios afuera para que también tengan que confrontar estigmas y prejuicios en su casa.
A las personas que recién las diagnostican les digo que me miren, que sí se puede vivir con VIH, que no pierdan la esperanza, que no dejen de soñar, que no dejen de vivir.
Olivia Liendo realizó entrevistas y el trabajo de edición de esta historia.