Es fácil hacer leña del árbol caído. Difícil es ponerse en los zapatos de la otra persona.
Durante la pasada semana, me han pedido de maneras muy diferentes que comente acerca de la encrucijada en que se encuentra mi primo y senador Jorge De Castro Font.
Algun@s motivados por el morbo, un@s por el chisme, otr@s genuinamente preocupad@s, l@s men@s por la sed de venganza y much@s por el dolor que han causado las acciones de Jorgito que han alimentado la homofobia.
Hasta hoy no quise expresarme, pero quiero dejar algo bien claro:
Como primo, le envío mis mejores pensamientos, energías y cariños tanto a él como a sus hij@s y familia más inmediata para que tengan la fortaleza en este momento de tribulación. Como ciudadano, le cobija la presunción de inocencia y que pueda tener el debido proceso de ley. Como político, he combatido sus acciones en contra de nuestras comunidades LGBT, pero de lo que se trata ahora es que él tendrá que pasar por el cedazo de su partido y/o el de las urnas. Como ser humano, tenemos que respetar su dignidad aún en un momento tan confuso como éste.
Hoy me pongo en los zapatos de Jorgito y puedo imaginar el dolor, la confusión y la angustia que siente de ser señalado, perseguido y humillado aún sin ser acusado. El futuro nos dirá si sus acciones fueron incorrectas y esperemos que su destino sea el más justo de acuerdo a su pasado. Pero lo que no puedo comprender es que la sed de venganza nos lleve a atentar contra la dignidad del ser humano que es.
En nuestras comunidades lésbica, gay, bisexual y transgénero (LGBT), sabemos lo que es ser humillad@s, perseguid@s, señalad@s por ser quienes somos; cosa muy distinta es sufrir las consecuencias de unas acciones.
Nuestra orientación sexual o expresión de género es una característica intrínseca de nuestra humanidad, es parte de nuestra identidad. Por lo que es injusto que aún tengamos que vivir con una ciudadanía de segunda categoría.
Mostremos hoy la compasión que algun@s no han tenido con nosotr@s, permitamos que el debido proceso de ley se manifieste.
Queda en nosotr@s la firme promesa de reafirmarnos en nuestra dignidad, para que nunca más se utilice nuestra identidad sexual o de género como excusa o para ganacia política. Que nuestro silencio o apatía no sean armas para que otr@s puedan utilizarnos en el futuro. Que sea una lección para tod@s.