¡Ay, Luis Raúl! Duele – duele mucho. Pero aunque duela, tú nos querrías riendo, luchando y amando.
Amigo, hermano, hacedor de risas… nadie como tú, nadie. Eras de esas personas que uno quería porque nos querías – y nos querías alegres, unid@s y en armonía.
Tu pueblo te conocía por tu humildad, don de gente, extraordinario sentido del humor y porque siempre fuiste fiel a quien eras – siempre.
A su familia, la más profunda solidaridad. Descansa, Luis Raúl, descansa. Tu obra de alegría y amor por tu patria permanece…