Estando en el tren, Steven se baja en su parada y se despide de mi con un beso en la boca, como de costumbre.
Se cierran las puertas del vagón y una señora que está con su hijo (como de 10 años de edad) me grita: «no hagas eso delante de mi hijo».
Le pregunto qué no debo hacer delante de su hijo.
Me grita nuevamente: «esa porquería». Le pregunto, nuevamente, cuál porquería. Me grita una vez más: «esa aberración de besarte con un hombre».
Le contesto, calmada y respetuosamente (cualidades que a ella le faltaban): «ese hombre es mi prometido y lo beso delante de su hijo, delante de quien sea; pues lo amo. Además, su hijo se encontrará con esa imagen, una y otra vez en su vida. Esta es la diversidad de nuestro Mundo y porque usted se sienta incómoda, no voy a coartar mi derecho a la libertad de expresión».
Me grita otra vez: «me das asco. ustedes me dan asco». Un señor que está a mi lado interrumpe y le riposta: «aquí nadie da asco, señora, pero si alguien está incomodándonos en este momento es usted. Guarde su prejuicios para sí y no trate de envenenarnos».
Le doy las gracias al señor, le sonrío a la señora y su hijo, evidentemente avergonzado, me mira con solidaridad. Ojalá ese niño haya aprendido que discriminar no está bien y que el amor nunca puede ser condenado. Esa es mi esperanza… ♥