A ver, a ver…

imagesAyer me monto en el tren y escucho a alguien cantando. Desde donde estaba sentado, no podía ver quién era.

En actitud neoyorquina, pienso que debe cantar con su voz interior; pero de repente noto que la muchacha a mi lado, empieza a moverse con la música.

La voz del cantante se alza, mientras otr@s empiezan a gesticular y a aplaudir con el ritmo de la música. Entonces, me asomo para ver quién es el cantante.

Para mi sorpresa, era un señor ciego, quien con sus gafas y voz melodiosa, deleitaba a los pasajeros de este vagón.

Cantaba «Lean on Me» y para el final de la canción, tod@s estábamos cantando, aplaudiendo, gesticulando, bailando y sonriendo.

Este hombre, llamado Rod, con quien hablé antes de bajarme del tren; se monta en el subway neoyorquino todos los días para salir de la monotonía de su casa. Dice que se aburre, pues al no ver, tiene que conformarse con los otros sentidos para disfrutar de la vida.

Me dijo: «qué puedo hacer en mi casa, aburrirme, solo; pues qué mejor que salir a la calle, cantar que al parecer a la gente le gusta mi voz y mi energía. Así la paso bien y al mismo tiempo, le cambio las caras aborrecidas por caras de alegría».

Le iba a preguntar que cómo sabía que tenían caras aborrecidas, pero al parecer él anticipó mi pregunta y me dijo: «no hay que verlas para sentirlas».

Le agradecí a Rod por su contagiosa alegría y me recordé que tenemos que dejar a un lado el cinismo y empezar a VER lo que quienes NO tienen el don de la vista pueden VER. Pues como nos enseñó El Principito: «Sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos».

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