“Es mejor morir de pie, que vivir arrodillado”, decía el Ché. Y es que nuestra dignidad no se negocia, nuestra identidad no se entrega, nuestra humanidad no se esconde.
Hay un grupo reducidísimo de personas (3 ó 4) dentro de nuestras propias comunidades lésbica, gay, bisexual y transgénero (LGBT) que a la menor provocación están dispuest@s a negociar, sin condiciones, con nuestr@s opresores.
Están dispuest@s a dejar atrás a las personas transgéneros y transexuales para que la ley proteja sólo a la orientación sexual. Están dispuest@s a aceptar las uniones de hecho como un punto final para nuestras parejas. Están dispuest@s a que el cambio en el encasillado de sexo en el certificado de nacimiento de las personas transexuales se saque del Código Civil.
Están dispuest@s a – falsa y viciosamente – criticar un famoso beso como la causa por la cual no se aprobó el Código Civil en el pasado cuatrienio, en vez de achacar la culpa donde va: en un homofóbico senador, ahora convicto, que no dió paso a la revisión final.
Están dispuest@s a criticar un vídeo que humaniza, que presenta dignamente las voces de las personas transgéneros y transexuales exigiendo ser incluíd@s en el proyecto antidiscrimen, en vez de achacar la culpa de que el proyecto antidiscrimen no sea inclusivo a un presidente senatorial que nos llama «torcid@s» y «enfermos mentales».
Están dispuest@s a permitir que se legalice el discrimen por orientación sexual e identidad de género al aceptar que el proyecto antidiscrimen tenga una excepción religiosa, en vez de convencer a l@s legisladores de que la constitucional separación de Iglesia y Estado es garantía suficiente tanto para la Iglesia como para el Estado.
No, hombre, no. Ya me cansé de que echen la culpa a quien exige de pie, con dignidad, sin reparos ni aspavientos, la igualdad. La culpa de que seamos ciudadan@s de segunda categoría no la tenemos las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros. Exigir lo que nos corresponde, con dignidad, con respeto, sin miramientos ni contemplaciones, es lo que tenemos que hacer.
No es negociar nuestros derechos, es exigirlos. No es esconder nuestras identidades para ser «tolerad@s», es celebrarlas. No es criticar a l@s nuestr@s mientras nos defienden de la homofobia cruda, violenta y descarada de aquell@s que tienen la obligación constitucional de instrumentar la igualdad, en vez de buscar excusas para negarla.
Las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros somos tan human@s como las demás personas. Somos tan dign@s como las demás personas. Somos tan puertorriqueñ@s como las demás personas.
La igualdad se exige de pie, de cara al sol, fuera del clóset, sin ataduras ni compromisos, sin paños tibios ni negociaciones, sin límites ni condiciones. Exigimos y lograremos lo que nos corresponde: la igualdad TOTAL, ABSOLUTA, COMPLETA. Ni más, ni menos. Pero lo exigiremos y lo lograremos de pie.
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