Pedro Julio Serrano para El Nuevo Día
Hace 24 años, fui a la Legislatura, como un ciudadano común y corriente, a deponer en contra del infame Proyecto de la Cámara 1013 que pretendía prohibir lo que para aquel entonces era prohibido: la igualdad matrimonial.
En aquel momento veía esa posibilidad muy lejos de la realidad; sin embargo, dos décadas después, la igualdad matrimonial es una realidad en nuestra patria. Mucho menos hubiéramos pensado como posible todo lo que hemos logrado a favor de los derechos de las personas LGBTTIQ+.
Puerto Rico, con mucho sudor y sacrificio de los activistas, las organizaciones LGBTTIQ+ y nuestros aliados, se ha posicionado en el lugar número 20 de 56 estados y territorios de Estados Unidos donde grandes logros en torno a favor de los derechos LGBTTIQ+ se han alcanzado.
Con muy pocos recursos, con una oposición organizada y muy bien financiada, la hostilidad del sistema y de los gobiernos, haber logrado estar más avanzados que la mayoría de las jurisdicciones no tan solo de Estados Unidos, sino de Latinoamérica y del mundo, demuestra el gran corazón y conciencia humanitaria de los ciudadanos de Puerto Rico.
Hoy, además de la igualdad matrimonial, las personas trans pueden atemperar su certificado de nacimiento, su licencia y pasaporte para corregir su identidad de género y las parejas y personas LGBTTIQ+ pueden adoptar en Puerto Rico, haciendo realidad su derecho de tener una familia.
En los asuntos laborales, está prohibido discriminar en el empleo por orientación sexual e identidad de género, así como se añadió la protección a las personas LGBTTIQ+ en la Ley 54 de violencia doméstica. Hay un protocolo de cómo tratar a las personas trans por parte de la Policía y los seguros médicos no pueden discriminar a la hora de darle tratamiento hormonal a las personas trans.
Tenemos una ley de crímenes de odio que es de vanguardia y una orden ejecutiva que prohíbe las mal llamadas terapias de conversión. Es mucho lo que hemos logrado, pero aún falta mucho más en la ruta hacia la equidad.
Aunque derrotamos un cruel proyecto que pretendía prohibir las terapias afirmativas para la juventud trans, aún hay que derrotar otro proyecto que pretende prohibir la participación de las personas trans en los deportes. Por si fuera poco, tenemos que lograr que la Legislatura apruebe una medida para prohibir las mal llamadas terapias reparativas.
Además, se tienen que aprobar, en la Cámara de Representantes, los proyectos 130 y 136 que buscan tipificar como delitos los feminicidios y transfeminicidios y ampliar la protección en contra del discrimen por orientación sexual e identidad de género en todas las esferas públicas y privadas, respectivamente.
Más que nada, tenemos que estar vigilantes de que las leyes vigentes y por aprobar, no sean letras muertas, sino que se pongan en acción.
Hay que batallar contra los ataques de dos legisladoras que no le hacen honor al nombre de su partido y vulneran, día a día, la dignidad de las mujeres y las personas LGBTTIQ+. Se libra una campaña, por no decir guerra santa, de los sectores fundamentalistas por invisibilizar, deshumanizar y vulnerar a las mujeres y las comunidades LGBTTIQ+.
De igual forma, hay que acabar con la complicidad de políticos pendientes de votos en vez de cumplir con su obligación constitucional de hacer valer la equidad prometida en la Constitución. Todo esto lo estamos atendiendo y no descansaremos hasta lograr lo justo para nuestros hermanos y hermanas.
Aún nos queda mucho que hacer; pero puedo mirar hacia atrás, celebrar las conquistas, reconocer los avances y tener esperanza en el futuro.
La visibilidad de las personas LGBTTIQ+ en todas las esferas, la solidaridad de nuestros aliados, la empatía de nuestro pueblo y la militancia de múltiples organizaciones nos hacen confiar que vamos avanzando cada día más y que la equidad es un hecho inevitable.