Voy al banco a depositar unos cheques. Cuando voy llegando a la entrada, el guardia dice en voz alta y burlona: «uuuhhh».
Tras pasar al lado de él y cuando ya lo tengo a mis espaldas, repite: «uuuhhh». Miro hacia atrás, lo veo riéndose y mirándome.
Hago mi transacción y voy a la salida. Mientras voy caminando, el guardia repite el acto. Tan pronto salgo por la puerta giratoria, lo escucho de nuevo con su «uuuhhh» y doy la vuelta completa hasta volver a donde él.
Le pregunto: «usted recibe a todos los visitantes con su ‘uuuhhh’ o es sólo a mi?»
El guardia que está al lado de él, le dice: «te lo dije», pero el burlón, como cobarde que es, no dijo nada. Es más, la sonrisa burlona se le fue del rostro.
Fui donde el gerente del banco, le expliqué lo sucedido y fue a buscar al guardia. Tras increparlo, lo relevó de su puesto y me pidió disculpas.
El gerente luego me dijo: «no soy gay, pero mis mejores empleados lo son y tenemos muchos clientes que lo son. Pero sobre todas las cosas, es una cuestión de respeto y humanidad».
Respeto y humanidad. Que simple, pero que profundo. Respeto y humanidad. Respeto y humanidad…