Tras escuchar el triste y conmovedor relato de Marcial, un hombre gay que perdió recientemente a su compañero, hoy reafirmo — con todas las fuerzas de mi ser — mi compromiso de luchar porque logremos la igualdad que merecemos las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros (LGBT). Y más que lograr esa igualdad, me reafirmo — con todas las fuerzas de mi ser — en defender nuestra dignidad y reafirmar nuestra humanidad.
Nadie tiene que pasar por lo que pasó Marcial. Marcial, de 29 años, y Jon, de 44 años, estuvieron juntos por 9 años y 4 meses, hasta que Jon sufrió un accidente automovilístico, aunque aún no se sabe a ciencia cierta que fue lo que pasó. Estando en coma por varios días y sin tener familia inmediata — pues Jon era huérfano — Marcial tuvo que batallar contra la burocracia gubernamental, pero sobre todo contra la homofobia para que le permitieran tomar decisiones médicas por su pareja, tales como apagar la máquina que lo mantenía vivo tras sufrir muerte cerebral — tal y como Jon se lo había pedido en vida de estar en una situación como ésta.
Como no era su «familia» según nuestras leyes, Marcial no podía tomar la decisión de apagar la máquina, por lo que el hospital le sugirió que donaran los órganos de Jon y sólo así, podían apagarla. Como el proceso era sumamente burocrático, se tomó varios días. Se tardó tanto, que Jon murió. Luego, para añadir sal a la herida, Marcial tuvo que esperar al proceso burocrático de que ninguna persona reclamara el cuerpo de Jon en ciencias forenses para poder enterrarlo, pues para nuestras leyes — Marcial no era «familia».
El dolor de perder a una pareja es inmesurable, pero tener que batallar para defender tu dignidad y la de tu pareja durante el proceso es algo que nadie tiene que vivir.
Es hora ya de que se termine la injusticia de tratarnos como si no fuéramos seres humanos, como si nuestras relaciones no valieran lo mismo, como si nuestras vidas no fueran dignas. Es hora de darnos los mismos derechos que tienen l@s heterosexuales. Es hora de erradicar la homofobia que nos consume y destruye vidas, corazones y familias. Es hora de cada ser humano, irrespectivamente de su orientación sexual o su identidad de género, sea tratado con igualdad, con dignidad.
En honor a Jon y Marcial, reafirmo ese compromiso de luchar — con todas las fuerzas de mi ser — porque esta historia no se repita. Es responsabilidad de cada un@ de nosotr@s, luchar hasta que esta historia no se repita. Somos seres humanos, ¡coño!
El asunto, como lo veo, es que vivimos una sociedad de alto desarrollo tecnológico que se administra con las formas ideológicas de la sociedades del siglo 19 en la que la institución base era la familia patriarcal y los nexos consanguíneos. Ya esto no debe ser así, por el contrario, representa un estorbo y una injusticia. Ahora las mujeres pueden decidir con quiénes se casa o se junta, pero todavía el Estado no quiere reconocer las familias voluntarias que no nacen de consanguineidad ni de un hecho legal, sino de la afectividad entre personas. Cada ciudadano debe poder decidir quién es su familia, lo contrario es coartar su libertad para relacionarse y asociarse y encontrar su felicidad, una intervención indebida del Estado según los fundadores de la Constitución.