Pulse un año después: familias en Puerto Rico sufren en silencio…

fl-os-pulse-in-pr-sj-mbt0492-20170606.jpgPor Jennifer Marcial | Orlando Sentinel

A un año de la tragedia que conmocionó a Estados Unidos y a todo el mundo, familiares de las víctimas en Puerto Rico dicen que al recordar lo que pasó es «como si hubiese sido ayer».

De las 49 víctimas fatales de la masacre en el club nocturno Pulse, 23 eran puertorriqueños o de ascendencia boricua. Y muchos de sus familiares viven a lo largo y ancho de la Isla del Encanto.

«Nada más el hecho de recordar me duele mucho», dijo William Sabad Borges, sobreviviente del tiroteo, quien perdió a dos personas muy cercanas a él. Borges no solo lucha por rehacer su vida tras la masacre perpetrada por Omar Mir Seddique Mateen, sino que a diario recuerda cómo en un momento celebraba junto a su cuñada Yilmary Rodriguez Solivan y su amigo Jonathan Camuy Vega, y horas después todo era incertidumbre y dolor.

Según Borges, su amigo Camuy Vega murió «como un héroe».

«Fue encontrado sobre el cuerpo de mi cuñada, protegiéndola. Este dolor es demasiado grande, pero vivo para honrarlos», sostuvo el joven estilista de 26 años, quien vive en Ponce.

«Así era Jonathan, desprendido con las personas, él se daba a todos», recordó su padre Carlos Camuy.

A varias horas de distancia de la familia Camuy, una pared repleta de fotografías de Martin Benítez Torres adorna la residencia de su madre en Río Grande. Cada rincón de la humilde casa preserva, de alguna manera u otra, algún recuerdo del talentoso joven.

Su cuarto, aún intacto, resguarda las obras de arte que realizaba con los ajuares de Halloween, su festividad favorita, así como los atuendos de decenas de reinas de belleza que vistió como diseñador.

«Yo no muevo nada. Digo, solo para limpiar y asegurándome de no romper nada», dijo entre risas Myriam Torres, la madre de Benítez.

Casi 400 imágenes en blanco y negro cubren la pared principal de la sala de la familia Benítez Torres. Muy emocionados, las hermanas, su madre, los sobrinos y su sobrina más cercana se conglomeraron frente a las imágenes para conversar con El Sentinel, y una por una comenzaron a describir cómo y cuándo fueron tomadas.

«Yo siento la presencia de mi hijo con cada una de las cosas que tengo en esta casa. Cuando entro a su cuarto siento una paz que no te puedo explicar», sostuvo Torres.

Enfrentar el dolor de la pérdida de su ser querido ha sido un asunto solitario para la gran mayoría. «Nosotros nunca hemos compartido con las demás familias más allá de unos eventos que organizaron cuando pasó todo esto», sostuvo Torres. «A mí me encantaría conocerlos, abrazarlos y decirles que no están solos», añadió.

«Nuestra familia es grande y hemos estado ahí el uno para el otro, pero esto es algo que nadie debería experimentar», dijo Damaris Benítez, hermana de Martin. «Mi hija estuvo ahí en Orlando y cuando supe lo que pasó, mi corazón casi se me sale, yo pensé que ella estaba con ellos», recordó.

Para Noelimar Ocasio, sobrina del fallecido, vivir con el recuerdo del último abrazo que le dio a su tío «es insoportable».

«El trató de convencerme para ir a Pulse con él y con su novio Michael. Pero algo me decía que no, que me quedara. Pero me arrepiento de no haber estado con él en sus últimos momentos», dijo entre lágrimas.

Ahora la familia vive recordando la frase que tanto distinguió al joven: «Si Dios me quita la vista, es porque me ha dejado ver todo lo bello del mundo». Sus sobrinos y su novio Michael llevan la frase tatuada en sus cuerpos.

En Orlando, la situación es un tanto diferente. Organizaciones como Contigo Fund y Proyecto Somos Orlando, entre otras, se han encargado de abrir sus puertas y brindar apoyo a los familiares y todos los afectados por la masacre en Pulse. Incluso, hay varias familias que se reúnen a menudo para compartir anécdotas, momentos importantes como el día de las madres y simplemente para estar ahí el uno para el otro.

Así lo confirmó Mayra Alvear, la madre de Amanda Alvear, la joven puertorriqueña de 25 años cuyo video de Snapchat mostró el momento en el cual comenzaron los disparos dentro de la discoteca. «Es horrible ver esos últimos momentos de tu hija, pero al menos yo tuve eso. Hay muchísimas madres que nunca supieron nada de sus hijos», dijo Alvear.

«Yo sentí algo que me dijo que la vida de mi hija y la de esos otros 48 ángeles inocentes no podía quedar impune, sin recordar», señaló. «Empecé a ponerme en contacto con las organizaciones locales, a hablar con los otros padres, a orar más fuerte», sostuvo Alvear.

«Ahora tenemos una familia extendida, una familia que, a pesar del dolor, ha encontrado tranquilidad y felicidad recordando a nuestros hijos y el legado de amor y humildad que le han dado a esta ciudad, a el país entero», añadió

Unidad familiar

«Nosotros tenemos a Dios y a nuestra familia», comenta Carlos Camuy, el padre de Jonathay Camuy Vega, quien hoy tendría 25 años de edad.

Para esta familia, el dolor por la muerte de su hijo es intolerable. «A veces la gente dice que con el tiempo uno se va sintiendo mejor, que uno se acostumbra a extrañarlo, que el dolor es más soportable. Yo te juro que jamás será mi situación. Jonathan lo era todo para mí», dijo Lourdes Vega, la madre del joven comunicador.

Señalando una pared blanca, Vega recordó como antes allí yacía una pintura con el rostro de su hijo. «Era tan real. Cada vez que pasaba me temblaban las rodillas. Hubo ocasiones en que caí al suelo, no podía mirarlo y la tuvimos que quitar», sentenció en medio de sollozos.

«Ha sido difícil para la familia, ha sido difícil para el matrimonio. Mi esposa casi nunca puede hablar del tema, es muy doloroso para ella», dijo el padre.

La situación se repite en otros hogares de Puerto Rico.

«Yo leo siempre las noticias de Orlando y veo como allá la gente está unida, como se reúnen en eventos y eso», comentó Bernice De Jesús, hermana mayor de Franky «Jimmy» De Jesús, el mayor de todas las víctimas de Pulse.

Jimmy De Jesús tenía 50 años y había ido a la discoteca para disfrutar junto a varios amigos, incluyendo su compañero de apartamento, Christian Ortiz, sobreviviente de la masacre. «Lo que nunca se imaginó es que esa sería su última fiesta», dijo su hermana.

«Solo he hablado con algunos familiares brevemente, no es como veo en Orlando que están todos juntos. Yo leo que ellos se juntan, que van a eventos juntos, pero no aquí [en Puerto Rico]», explicó.

Libertad y aceptación

«No hay un solo día que pase en el cual no me cuestione los por qué o qué hubiese pasado si algo fuese diferente», dijo Olga Disla, madre de Anthony Laureano Disla, quien falleció baleado en Pulse a sus 25 años.

«Solo trato de recordar los momentos felices junto a mi hijo, lo orgullosa que me hacía con cada cosa que hacía en esta vida», sostuvo.

Con una sonrisa en su rostro, Disla sacó varias fotos de su cartera y preguntó entusiasmada: «Tú has visto las fotos de Alanis Laurell». «Ese era el nombre que usaba Anthony para sus presentaciones como Drag Queen», recordó su madre.

Para Disla, una de las cosas que más le duele es el no haber ido a ver a su hijo bailar y cantar como Alanis Laurell, dado que los eventos eran muy tarde y ella siempre ha trabajado temprano. «Nunca fui. Me arrepiento de no haber perdido varias horas de sueño», confesó.

Sicaly «Laly» Santiago, prima de Luis Daniel «Danny» Santiago, confesó que cuando su primo se mudó de Puerto Rico a Florida Central estaba contenta porque «al fin iba a vivir una vida feliz y libre de prejuicios», sostuvo Santiago.

«Yo fui quien lo llevé a Pulse por primera vez. Yo sabía que en Puerto Rico el sentía que no era libre, que no era él mismo. Así que cuando se mudó aquí le dije ‘te voy a llevar a un sitio que te va a encantar’. Y así fue, Pulse se convirtió en su refugio», dijo Santiago.

Al igual que Danny, muchos puertorriqueños se han ido de la isla «en busca de mejores oportunidades económicas, pero sobre todo aceptación y libertad», dijo el activista de derechos humanos Pedro Julio Serrano.

«Lamentablemente no estamos donde deberíamos estar cuando se trata de igualdad», aseguró.

«Los derechos humanos no son una cafetería. No puedes escoger lo que te gusta y después pensar que ya no te gusta al día siguiente», expresó la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz Soto.

Cruz Soto, una de las principales activistas de derechos LGBTQ en la isla, dijo que «este gobierno no está velando por los mejores intereses de la comunidad en general, menos aún por los de la comunidad LGBTQ, una sumamente marginalizada en nuestra isla».

El Sentinel intentó coordinar una entrevista con el gobernador Ricardo Rosselló Nevares u obtener declaraciones escritas sobre el tema de los derechos civiles en la isla a un año de Pulse, pero sin éxito.

«Eso es lo que pasa, se esconden detrás de una mesa y empiezan a quitar derechos, pero no tenemos miedo, continuaremos luchando», dijo Serrano.

El homenaje en San Juan

Aunque no es un sitio visitado constantemente como el memorial improvisado a las afueras de Pulse, Puerto Rico cuenta con un monumento en honor a las 49 víctimas fatales. A la entrada de la ciudad amurallada, cerca del Balneario El Escambrón, las personas pueden ir a rendirles honor a los fallecidos.

«Desde que me enteré de lo sucedido ese domingo de madrugada, sabía que teníamos que hacer algo», dijo la alcaldesa de San Juan. «Tenemos esta escultura creada con los colores del arcoíris. Nace de raíz, cimentada al terreno, solida, nada lo traerá abajo», explicó la alcaldesa.

Justo al lado del monumento hay una placa que contiene los nombres de las 23 víctimas boricuas, seguido de las otras 26. «Todos son importantes, su legado y recordar que el amor es amor, es amor», dijo Cruz.

Un comentario sobre “Pulse un año después: familias en Puerto Rico sufren en silencio…

  1. Lastima que perdimos in humano tan precioso con una Corazon lleno mde Amor.

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