En el elevador del Dpto. del Trabajo, un empleado me dijo «Cristo te ama» con un mensaje implícito de que no lo sé y que él tiene que decírmelo.
La prepotencia de creer ser la única persona que conoce a quien Dios ama es increíble. Si su propósito era tratar de menospreciarme – tal y como lo sentí- se equivocó pues le contesté con un contundente y firme «Amén» y agregué «y a usted también».
Muy buena tu respuesta. El amor de Cristo es incondicional para todos y todas.