Esta lucha no es nada fácil. He tenido momentos difíciles, dolorosos y peligrosos, en los cuales mi vida, mi salud, mi seguridad y mi bienestar han estado en peligro. Pero nada de eso se compara con lo que tienen que lidiar – día a día – niñ@s y jóvenes que no son aceptad@s y a su vez son maltratad@s por ser lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros (LGBT). Sólo hay que ver las estadísticas para saber cuán grave es el problema: uno de cada tres niñ@s y jóvenes que se suicidan son LGBT.
Es por esa razón que cuando me llegan mensajes – como el que compartiré a continuación – sobre el impacto de mi activismo en la vida de otr@s, recuerdo cuán importante es seguir luchando. Un joven me acaba de enviar un correo electrónico que compartiré íntegramente:
«No me conoces y tal vez nunca nos conozcamos en persona, pero te quiero más de lo que te puedes imaginar. No sé si sabes, pero hay una frase en la religión católica que dice: «una palabra tuya bastará para sanarme». Pues eso fue precisamente lo que me sanó a mi. Aunque no lo creas, por ti estoy vivo. Cuando iba a despedirme de este mundo, escuché tu voz por la radio y ¡me devolviste la esperanza!
«Estaba a punto de suicidarme, tenía las pastillas listas en el ‘counter’ de la cocina para tomármelas y de repente, en el radio de la vecina, saliste hablando tú. Mencionabas la importancia de cada ser humano, de que todos y todas debemos ser respetados, de que nadie tiene por qué sufrir del rechazo por ser simplemente quien es. Y lo más increíble es que estabas hablando del suicidio entre jóvenes gays y hablaste de la esperanza, de que las cosas mejoran, de que hay vida más allá. Y entendí que era un mensaje, tal vez divino. Pero un mensaje directo a mi. Y me rescataste del más desesperante infierno. Eché las pastillas por el inodoro, me lavé la cara para limpiarme las lágrimas y decidí vivir.
«No te contaré mi historia completa, pues ya quedó en mi pasado y aún me duele recordar tanto dolor; pero quiero que sepas que te quiero más de lo que mis palabras te puedan expresar. No hay manera de agradecerte todo lo que haces por gente como yo, a quien ni tan siquiera conoces y tal vez jamás conocerás. Lo único que te pido es que sigas ahí, siempre ahí, pues estás salvando vidas. Salvaste la mía».
Jonathan, te prometo que seguiré…
De niño me enseñaron que los ángeles existen y que tienen alas y una aureola. Siempre quise ver uno, y me decepcioné al nunca lograrlo. Hoy, al leer estas historias de Vida, y de seres humanos como tú, Pedro, que están ahí para salvaguardar la vida de otros seres humanos en desventaja, más creo que no necesito ver alas y aureolas para creer que los Angeles sí existen y que son mucho más reales que los que predican las religiones. Gracias por ser una inspiración a mi vida, Pedro.
Que bello y que orgullo para ti saber que con tu labor estas salvando muchas vidas…
Te mando un abrazo desde CA…
Gracias Jonathan por compartir esta historia, tu historia, con Pedro Julio. Algunas veces es necesario saber que la palabras llegan, que las sonrisas llegan, que los abrazos llegan, que el amor llega. Gracias Pedro Julio Serrano, porque al igual que Jonathan, tu me brindas esperanza, aliento, ganas de vivir. Ya creo que te lo habia dicho, te amo mucho, como un hermano… me llenas muchas veces el alma, el corazon… y si, salvas vidas.
Jonathan, no te conozco, pero te envio mi amor. No te rindas, rodeate de seres que te iluminen, que te amen. Hay seres maravillosos en esta vida, sigue tu camino y los encontraras.
Pedro, mi querido Pedro, que grande eres.
Les voy a contar una anecdota que me acordo a Pedro este finde, aunque no compartia con el porque andaba repartiendo amor en unas charlas upstate. Sere breve.
Este pasado domingo me encontraba en una tienda por departamento y una señora que trabaja en mantenimiento compartio una sonrisa conmigo, y yo, aunque muy rapidamente se la devolvi. Sin embargo, senti algo muy profundo de parte de ella que me llego al corazon. Una sonrisa muy genuina, de alegria.
Me sente por un momento a comerme algo y no pude resistir en buscar a la señora para darle las gracias. La encontre y le dije: «Señora, gracias por compartir la sonrisa que me regalo, de verdad que gracias.» Y me fui.
Esta historia me acordo a Pedro y pense en el. Esta historia ahora me acuerda a Jonathan y aunque no lo conozco estoy pensando en el tambien, ahora mismo.
¿Como le habre cambiado el dia o la vida a la señora? Pues no se. Nunca sabre. Ellla definitivamente me cambio la tarde y ha cambiado tambien nuestra noche. Aqui estoy yo relatando ese breve encuentro de sonrisas.
El mensaje en todo esto es que NUNCA amamos en vano. NUNCA sonreimos en vano. NUNCA nuestros mensajes de amor caen en oidos sordos. NUNCA. Y los mas increible es que todo este amor es simplemente contagioso; se triplica y mas.
Gracias Pedro, gracias Jonathan, GRACIAS. Reciban con sus brazos abiertos el amor que les envio en estos momentos. Gracias por su testimonio, gracias por salvar vidas con amor.
Agradecido de tenerlos en el mundo. Karlo.
Wow… Increíble. Me he quedado sin palabras.