Pedro Julio Serrano
Activista de Derechos Humanos
El Nuevo Dia
Columnas
20 de abril de 2007
Aunque agradezco el tardío reconocimiento por parte del arzobispo de San Juan, monseñor Roberto González, de la existencia de un patente discrimen contra las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros, su propuesta de las uniones compartidas no es necesaria pues limitaría aún más los limitados derechos que otorgarían las uniones de hecho contenidas en el propuesto Código Civil.
Gracias, pero no gracias. Que no se confunda nadie, el tiempo se le pasó al arzobispo. No le corresponde a él, mucho menos a la Iglesia, tratar de imponer un estatuto aún más desigual y confuso para tratar de limitar aún más los limitados derechos que ofrecen las uniones de hecho. Le invitamos a que regrese a su púlpito y que permita que los hacedores de leyes en nuestra Isla legislen conforme a derecho. Es esperanzador que la Iglesia al fin reconozca que la dignidad del ser humano es inviolable y que la Iglesia está atenida al rigor de la separación de Iglesia y Estado, y no viceversa como se ha querido imponer en el pasado en estos asuntos.
Tenemos serias reservas con la propuesta del arzobispo por ser confusa, por no estar estructurada y por tener un efecto de privarnos soslayadamente más aún de los derechos que nos merecemos. La propuesta de la Iglesia Católica busca callarnos la boca con migajas, promoviendo aún más nuestro vejamen, desde la negación pura de
nuestra existencia como parejas cuando dice que nos podrían aplicar las uniones compartidas al igual que dos hermanas que viven juntas.
Su propuesta se agradece, pero no se necesita, pues ante la inclusión de las uniones de hecho en el borrador del Código Civil, resultan inoportunas, pues: ¿a qué se debe que no se pronunciara antes? ¿Por qué hoy se conoce como injusticia, desigual y discriminatorio aquello que ha sido tolerado como justo a través de toda la historia?
No podemos permitir que habiéndosele despojado el manto religioso a nuestra Casa de las Leyes, se lo volvamos a poner, pues se estaría perdiendo la esencia para la cual fue creada dicha institución. Lo fue y lo será para legislar y para buscar todas las maneras posibles en que, como constituyentes y contribuyentes, podamos encontrar ese espacio de justicia y de igualdad que nos corresponde.
