
La vida se encarga de enseñarte.
No soy el mismo que cuando comencé como activista —hace tres décadas. Por eso, hoy, me desnudo para reconocer mi andar por la vida.
Por momentos, sentí que tenía un poder que no me pertenece. Es un poder colectivo. Fui, en ocasiones, arrogante, prepotente, inmisericorde, terco e impaciente.
A la primera que alguien ofendía, tiraba con todo. Nunca empezaba por donde empiezo ahora: por el diálogo.
Los cantazos de la vida, los ataques, las calumnias, las mentiras, y por qué no admitirlo, los traspiés, te devuelven a tu lugar.
En los pasados cinco años, he tenido un renacer de conciencia, un proceso de sanación y evolución que me han convertido en alguien más pausado, estratégico, introspectivo.
Las canas —por ende, las experiencias— me han venido bien. Ahora canalizo mejor mis energías, escojo mejor las batallas, tiendo puentes en vez de quemarlos.
El podcast de ayer con Molusco es una muestra de eso. Podemos zanjar nuestras diferencias desde el amor, la empatía y el respeto.
Después de todo, se trata de ponernos en los zapatos, las tacas, las tennis, las botas, los pies descalzos de los demás.
El podcast lo puedes ver aquí: