
Por David Cordero Mercado | El Nuevo Día
Cuando cursaba el noveno grado en una escuela pública, en San Juan, un profesor de arte le cuestionó a Güarix Agosto, frente al resto de los estudiantes, por qué utilizaba maquillaje.
Güarix (ella, elle), una persona transfemenina pansexual, se levantó de su pupitre, planteó su incomodidad con el interrogatorio en público y caminó hacia la oficina administrativa del plantel. La directora de la escuela la suspendió por cinco días.
“Yo me maquillaba desde bien joven, desde los 14 años”, relató Güarix a El Nuevo Día. Para ella, maquillarse significaba visibilizar su identidad en su entorno familiar, escolar y social. En su hogar la situación no era mejor, pues su madre también rechazaba su femineidad, contó.
Güarix, de 19 años, no pudo volver a tomar el curso de arte con el resto de sus compañeros. En cambio, recibía las tareas, pero tenía que completarlas en el salón de la clase de Vida y Familia. En otra ocasión, una directora escolar le exigió, con un paño mojado en la mano, que se retirara el maquillaje antes de permitirle entrar a la escuela. También, sufría “bullying” o acoso a través de las redes sociales. “Todos los días recibía comentarios”, rememoró.
Ese cúmulo de estresores llevó a Güarix a una depresión, que atendió con psicólogos fuera de la escuela. “Yo no me levantaba de la cama porque no tenía ganas de levantarme, no tenía ganas de ver el teléfono, no tenía ganas de seguir leyendo a la gente que está detrás de una pantalla opinando sobre mi vida sin saber”, continuó. “Hay días en los que se me meten estos pensamientos y estas experiencias que ya he pasado y es bien difícil, a veces, lidiar con ellas, con esos pensamientos. Tuve mucha ideación suicida siendo joven, muchos pensamientos bien fuertes”.
El relato de Guarix representa la experiencia de cientos de jóvenes de las comunidades LGBTQ+ en Puerto Rico, que accedieron a responder las preguntas de una consulta de la Administración de Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción (Assmca) entre 2020 y 2022, pero que la entidad gubernamental no divulgó junto al resto de los datos publicados en su portal cibernético, ni ejecutó acciones en respuesta a los hallazgos.
Los datos –que la Unidad de Investigación y Datos de El Nuevo Día obtuvo por fuentes con conocimiento sobre el estudio– muestran que los jóvenes de las comunidades LGBTQ+, en escuelas públicas y privadas, son más propensos a distintos tipos de acosos, desarrollo de problemas de salud mental, uso de substancias como vía para el manejo de diversos estresores, ideación e intento suicida.

Confrontado con los datos, el director de la Administración Auxiliar de Prevención y Promoción de la Salud Mental de la Assmca, Juan Rivera, reconoció las tendencias evidenciadas en la consulta juvenil, pero dijo que la agencia no publicaba la información en su portal, como el resto de los datos, por no ser requisito.
“Cuando damos los servicios, que es parte de los expedientes que tenemos que levantar, básicamente, la información que nos requiere el gobierno federal es masculino, femenino y otros; aquellos estudiantes que no se identifican en masculino o femenino, colocan otros”, sostuvo.
Rivera reconoció, sin embargo, que la consulta “recoge mucha más información” almacenada y disponible en su base de datos. “La que utilizamos, para efectos de nosotros, es obviamente todo lo que tiene que ver con el área de substancia”, continuó.

Lo que la ASSMCA no publicó
Justo al inicio de la pandemia de COVID-19, la Assmca subvencionó el estudio “Conductas de riesgo entre los adolescentes según su identidad sexual, consulta juvenil 2020-22″, con fondos de la Administración de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias (SAMHSA, en inglés). El análisis, que se realiza desde 1990, fue realizado por investigadores del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico y laUniversidad Central del Caribe.
En la encuesta, participaron 6,294 estudiantes de séptimo a duodécimo grado, de 72 escuelas, entre las edades de 11 a 18 años. La muestra es representativa de un universo aproximado de 185,313 alumnos.
En cuanto al uso de substancias, en todas las categorías, el grupo de homosexuales, lesbianas o bisexuales salió más alto: 37.2% versus 26.7% en consumo de alcohol respecto al grupo de heterosexuales; 4.4% versus 2.2% en tabaco; 1.3% versus 0.4% en pastillas no recetadas; 10.3% versus 5.1% en drogas ilícitas; 9.8% versus 4.7% en marihuana; y 21.1% versus 13.1% en vaporizadores.
Para la doctora Alixida Ramos Pibernus, catedrática asociada de la School of Behavioral and Brain Sciences de la Ponce Health Sciences University, los hallazgos se alinean a lo que muestran otras bases de datos y literatura, en cuanto a que hay mayores disparidades en personas con orientaciones sexuales o identidades de género diversas.
“En términos de uso de substancias, lo que dice la literatura –y es probablemente lo que se ve aquí– es que, cuando hay estrés de minoría, que es el estrés que experimentan las poblaciones diversas, una de las estrategias de manejo es el uso de substancia. En muchas ocasiones, este no es un uso de sustancia por placer o disfrute, es un uso para estrategia de manejo de los estresores que están enfrentando en su día a día”, explicó.
En el renglón de la salud mental, el 43.1% de las personas que se identificaron como homosexuales, lesbianas o bisexuales indicó tener problemas depresivos, versus el 16.4% de los heterosexuales. En la misma dirección, el 33.2% de quienes describen su identidad de otra manera indicaron tener problemas depresivos. El 25.7% de ese grupo también dijo tener problemas de ansiedad, así como el 20.5% de los homosexuales, lesbianas o bisexuales, versus el 6.3% de los heterosexuales. Estos resultados también están asociados al estrés de minoría, explicó Ramos Pibernus.
Sobre la ideación e intento suicida, el 21.1% de los estudiantes homosexuales, lesbianas o bisexuales indicó haber tenido ideación, al igual que un 15.7% de los estudiantes que describen su identidad de otra manera, versus el 4.4% de los heterosexuales. El patrón es similar en el intento de suicidios, con 25.2% entre homosexuales, lesbianas o bisexuales, y 20.8% de quienes describen su identidad de otra manera, versus 5% de los heterosexuales.
“Lo mismo ocurre con la ideación e intento suicida, que, en ocasiones, está relacionado a la salida del clóset o esconder la identidad también está asociado al estrés, rechazo en la familia, vulnerabilidades, y también es una forma de manejo y de escape”, sostuvo Ramos Pibernus.
Otro renglón que fue evaluado fue el acoso. El 18.4% de los homosexuales, lesbianas o bisexuales indicó ser acosado por su apariencia física, así como un 13.2% entre quienes describen su identidad de otra manera, versus un 9.8% en el grupo de heterosexuales.
Abogan por servicios especializados
Ramos Pibernus sostuvo que los hallazgos revelan que es una problemática que afecta significativamente a los jóvenes LGBTQ+, tanto en el contexto escolar como en el social y familiar, y que requiere atención individual.
“Tiene que haber cambios estructurales para que no haya tanta discriminación, para que haya mayor acceso a espacios saludables, para que podamos ver una reducción significativa en esos casos, porque estamos viendo las inequidades en salud que experimentan estas poblaciones”, apuntó la catedrática asociada.
Cuestionado sobre qué hace la Assmca para atender directamente a esta población, tomando en cuenta los resultados de la consulta, Rivera indicó que la agencia presentó, en 2023, una campaña que aludía al acoso por orientación sexual, pero reconoció que esa iniciativa no atendía de forma dirigida los hallazgos específicos sobre los jóvenes LGBTQ+. “Cuando llevamos los servicios a las escuelas públicas y privadas, los llevamos a la población en general”, dijo.
Rivera alegó, además, que las escuelas no le permiten llevar servicios específicos a esa población. “Cuando uno va a las escuelas públicas o privadas y uno dice ‘me gustaría, particularmente, impactar estudiantes de la comunidad, que sea lesbiana, gay, homosexuales’, eso no es posible”, manifestó.
Contrario a lo que planteó el funcionario, Ramos Pibernus argumentó que, con los datos en su poder, la Assmca debería tener servicios afirmativos para estas poblaciones, proveer espacios seguros y accesibles, y desarrollar programas especializados.
“Si se tienen los datos y no se hace nada con los datos, es lo mismo que si no se tuvieran”, subrayó.
En la misma dirección, el activista de derechos humanos y de las comunidades LGBTQ+ Pedro Julio Serrano criticó que la Assmca no compartiera los hallazgos con las diversas organizaciones que proveen servicios a estas poblaciones en Puerto Rico, así como grupos profesionales que están dispuestos a atender la problemática.
Enfatizó en que es necesario acabar con el tabú en cuanto a las identidades de los jóvenes en las escuelas y sus entornos familiares y sociales. “Mientras más temprano permitamos que esos niñes y jóvenes puedan ser, asumir sus identidades, más rápido vamos a poder atender estos problemas de salud mental”, apuntó.
Ese discrimen por orientación sexual e identidad de género lo observa a diario Gerald Vega entre los participantes de la Clínica Trans Salud Puerto Rico.
“Todos los días llega la fatiga escolar del ‘bullying’, el discrimen, de la falta de diálogo entre las personas que dirigen las instituciones. Por ejemplo, jóvenes que hacen su queja en la dirección, y le hacen caso omiso”, relató el director ejecutivo de la clínica y estudiante doctoral de salud pública.
Tomando en cuenta sus propias experiencias, Güarix abogó por la disponibilidad de psicólogos, en las escuelas públicas y privadas, con la preparación para atender las necesidades de los jóvenes de identidades diversas.
“Hay que aspirar a que haya más estudios, más acompañamiento, más herramientas a los estudiantes cuir, que se respeten sus nombres escogidos, sus pronombres”, anotó. “Es bien fácil, siendo una persona cuir, también ser desertor escolar, porque tú no quieres estar en un espacio donde te estén atacando todo el tiempo… Más acompañamiento y que se haga caso a las denuncias”.