
Es difícil comprender que, hay veces, que hay que pasar por la más dura oscuridad para llegar a la luz.
Hace unos años, sentí —por una gran injusticia— la desolación.
Tuve que recomponerme, prácticamente solo; pues nadie más que uno mismo es capaz de reconstruirse.
Hoy soy más sensible, más humilde, más empático.
No me da vergüenza expresarlo. Todo lo contrario. Siento orgullo.
Soy un mejor ser humano por las vicisitudes que enfrenté y que vencí.
La verdad siempre estuvo de mi lado, pero la percepción tal vez no.
Sin embargo, el tiempo me dió la razón. Me siento reinvindicado.
Lo que más orgullo me da es que aún, en esa desolación y recomposición, siempre seguí luchando.
No me rendí. Aún cuando, a veces, ni yo mismo me sentía listo pa’ dar cara, me levanté y luché.
Ese es el espíritu humano. Indomable. Capaz de todo. Hasta de hacer brillar la luz que todos llevamos dentro.
Brilla, siempre, aunque duela. La recompensa será tu dignidad.